Es común la idea de que hay que esforzarse para sacar el mayor provecho de cualquier actividad. Y aunque de alguna manera es cierto, es necesario tener en cuenta que hay contextos en los que demasiado esfuerzo es contraproducente. Un ejemplo fácil y cotidiano puede ser el dormir. Entre mayor sea el intento por dormir (entre más esfuerzo), más difícil será conciliar el sueño. Si prestas atención, la vida fluye mejor cuando dejas de aplicar tanto esfuerzo. Cuando dejas que las cosas vayan tomando su propia forma. Y aquí, tener claras tus intenciones no sólo es suficiente, sino necesario. Meditar implica precisamente encontrar el balance entre el esfuerzo y la dejadez. Cuando meditamos, no queremos forzar la atención a mantenerse en un punto. Queremos dejar a un lado cualquier intento por conseguir algo concreto. En esencia, meditar consiste en reconocer la condición atenta en la que ya todo está dándose por su cuenta… de acuerdo a tus intenciones.
Gracias por tu práctica.
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